LA CONJURA DE LOS NECIOS |
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Miércoles, 13 de Febrero de 2013 16:20 | |||
Hoy nos
desayunamos con las manifestaciones triunfalistas del presidente Monago
por
haber conseguido el récord de disminución del déficit público. Somos,
los
extremeños, campeones en la consecución del cauterizador objetivo del
Estado
del Bienestar, capitaneados por un presidente que está encantado de
conocerse,
y cuyo ego aumenta exponencialmente a medida que se palpa y se siente.
Baste
como argumento a esta tesis su cadencioso lenguaje, manera y gestos que
lo
acompañan, para entrever lo cadente del personaje. Y va a más. No tiene
freno. Hemos
conquistado
lo que parecía imposible: Disminuir el saldo negativo de nuestras
cuentas
públicas más de lo "razonablemente" exigido por el gobierno de España
que, a su vez, asimila maniatado y muy obediente en sus deberes
europeos de un
solo carril. Desde
luego,
no puedo dejar de asociar la reacción de los líderes populares ante tan
tamaña
noticia con la obra de John Kennedy Toole, delirante libro cuyo título
en
castellano refleja bien el ejercicio y la composición del gobierno
extremeño:
La conjura de los necios. Sucede que la obra -protagonizada por el despreocupado y extravagante Ignatius J. Reylly, que tiene un tanto de Sancho pero exento de su sagacidad y agudeza, se nos presenta como un botarate genuinamente americano, un tanto entrañable y simpaticón- no tiene más discurrir que el caos organizado, el sinsentido razonado, el equívoco zafio de la afectación tan alejada de la elaborada por Wilde. La novela es genial y fantástica con mucho. Sin
embargo,
la tragedia es la de su autor en la vida real. Acabó suicidándose como
consecuencia de la estupidez que le rodeaba, que debió de ser mucha y
en
extremo de calidad, por lo acontecido. No
digo yo que
el pueblo extremeño encadene su destino a un suicidio colectivo porque
para
ello hay remedio: abrir la puerta de modo que la cierren por fuera los
responsables del gobierno extremeño. Estos sí son reales y no,
desafortunadamente, personajes de una novela por extraordinaria que
fuera. No
repetiré yo
aquí las consecuencias de la meta del déficit público con detalle,
puesto que
ya son de sobra conocidas en materia de la escasez, abandono y
desaparición de
recursos en educación en todos sus niveles, en sanidad, en dependencia,
en
infraestructuras. Y lo que es aún peor, la destrucción de empleo, la
aniquilación de pequeñas y medianas empresas, el abandono de los
autónomos a
suerte; en definitiva, la falta total de rumbo. ¡Qué expresar ante el
drama de
tantas familias que carecen de toda ayuda pública mientras todos sus
miembros
permanecen en el paro! Nuestro
presidente actúa como si le hubiera tocado la lotería, está
encantadísimo. Tan
feliz está que anuncia una bajada de impuestos pero que no detalla en
este
preciso instante porque la tiene -dice- en estudio. La verdad es que no
puede
ser más que una ocurrencia en plena euforia. No
hay ni
orden ni concierto, esto es un páramo -oiga- que se lo digo yo, sin
ganas de
liarla, pero que empuje no falta. La brújula en el baúl y han perdido
la llave. Los
infortunios vienen siempre de la mano, nunca aparecen solos. Por lo
menos de
dos en dos: Como si no tuviéramos bastante con la actitud -mejor,
ineptitud-
del jefe del gobierno autonómico, rivaliza con ella su consejero de
Economía.
Dice el responsable de las cuentas de la región que estemos tranquilos,
vamos,
que no lancemos las campanas al vuelo, que el resultado de reducción
del
déficit extremeño no ha de traducirse forzosamente en una subida de la
calificación
de nuestro potencial económico por parte de las agencias calificadoras,
incluso
añade que puede ser que dicha calificación sea "un poquito más baja".
Y lo dice así, como bajando la voz del “pick up” del guateque con la
Miranda de
limón amargo en la mano. ¡Dios!, ¡Por
menos corrían a algunos a gorrazos, o lanzados derechitos al pilón!
Aquí nadie
paga peaje. ¡Vaya tenderete! ¡Y todo a saldo! ¡Y todos los afectados
por la
crisis tan ilusionados que estábamos por haber cumplido con el déficit!
¡Qué
poco dura la alegría en la casa del pobre, tan preocupado por el
cumplimiento
de la reducción del maldito y volátil déficit! ¡Manda cojo...!
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